martes, 29 de mayo de 2012

Poema XLVIII - Walt Whitman

Poema XLVIII - de Canto a mi mismo Walt Whitman Y yo he dicho que el alma no vale más que el cuerpo, y que el cuerpo no vale más que el alma, y que nada, ni Dios, es más grande para uno que uno mismo. Y aquel que camina una sola legua sin amor, camina amortajado hacia su propio funeral. Tú y yo, sin un céntimo, podemos comprar el pico más alto de la sierra; y el fulgor de una pupila y un guisante en su vaina humillan toda la sabiduría del mundo. No hay otro oficio ni empleo que aquel que enseña al mozo a ser un héroe. Y por blando que sea un objeto, puede ser un día el eje en que descanse la rueda del universo. Y digo a todos los hombres y mujeres: Serenad vuestro espíritu frente a los universos infinitos. Y digo también: No os preocupéis de Dios. A mí, que todo me preocupa, no me preocupa dios. No me preocupan ni Dios ni la muerte. Yo oigo y veo a Dios en todas las cosas, pero no lo comprendo, como no comprendo que haya nada en el mundo más admirable que yo. ¿Por qué voy a empeñarme en que Dios sea otra cosa mejor que este día? En cada hora hay algo de dios y en cada minuto también. En el rostro de las mujeres y en el rostro de los hombres está Dios, y en mi propio rostro lo veo también cuando me miro al espejo. Encuentro cartas de dios en la calle, cartas firmadas con su nombre y no las recojo porque sé que en cualquier sitio encontraré otras semejantes. Miles y miles me saldrán al paso, puntuales, por dondequiera que camine.